Los
días 13 y 14 de marzo de 1989, no hace tanto tiempo, la Tierra experimentó la
mayor tormenta geomagnética que la haya golpeado en décadas. Las
partículas ionizadas provenientes del Sol provocaron un apagón en Quebec
(Canadá), dejando a 5 millones de personas sin electricidad durante nueve horas
en invierno y provocando daños valorados en millones y millones de dólares.
También destrozó un costosísimo transformador en EE.UU. y envió a reparación dos
equipos similares en Reino Unido. Durante el «temporal», las agencias espaciales
perdieron el rastro de algunos de sus 1.600 sondas y satélites. Pues bien, debemos prepararnos para algo mucho peor, un evento de tal magnitud
que puede ocurrir una vez en mil años. El problema es que no sabemos
hasta qué punto puede llegar la intensidad del golpetazo. Esta es la advertencia
que Mike Hapgood, del Consejo de Instalaciones Tecnológicas y Científicas del Reino
Unido y jefe de un grupo de expertos que avisa al gobierno británico de posibles
riesgos del clima espacial, realiza en un artículo de la prestigiosa revista Nature esta
semana.
Hapgood
explica que la sociedad actual es extremadamente dependiente de los sistemas eléctricos, lo que
la convierte en extremadamente vulnerable. En mayo de 1921, una gran tormenta
geomagnético quemó una central telefónica en Suecia. Antes, en septiembre 1859,
un evento similar interrumpió las redes del emergente telégrafo, provocando
incendios en las oficinas. Si una tormenta como esa ocurriera hoy dejaría
amplias regiones sin electricidad durante varios meses, según un informe del UK
National Grid (la red eléctrica británica). En EE.UU., algunos análisis apuntan
a alteraciones a gran escala, efectos que pueden durar años y un impacto económico de varios
billones de dólares.
El
origen de la amenaza se encuentra en las eyecciones de masa coronal (CME, por sus siglas en inglés), enormes erupciones de plasma
cargadas magnéticamente que se producen durante las tormentas solares, y que
aumentan el flujo de partículas en el viento solar cientos de veces. Cuando
llegan a la Tierra, pueden afectar a las redes eléctricas y, además, modificar
las órbitas de los satélites y poner en peligro las naves espaciales. La
cuestión es, ¿estaremos preparados cuando una súper tormenta solar se nos venga
encima?
Hay
cierta capacidad para predecir el clima espacial a corto plazo. El Centro de Predicción
de Clima Espacial en Boulder (Colorado, EE.UU.) puede proporcionar una
alerta de una tormenta geomagnética fuerte con una antelación de 10 a 60 minutos
y un 50% de fiabilidad, lo que permitiría tomar medidas para proteger las
grandes redes eléctricas. Hapgood cree que la mejor advertencia de que debemos
mejorar nuestras predicciones ocurrió el pasado marzo, cuando nos golpeó un gran CME. Las predicciones del día anterior
variaron unas 18 horas. Muchas fueron inexactas. Por fortuna, no pasó a
mayores.
La lección del tsunami de Japón
Los
sistemas eléctricos, según explica el científico en su artículo de Nature, están
diseñados para soportar eventos del nivel de los vistos en los últimos cuarenta
años, y los transformadores están preparados para soportar una tormenta como la
de 1989, pero no es suficiente. «El terremoto y el tsunami del año pasado en
Japón muestran los peligros de prepararnos solo para lo que ya conocemos», dice
Hapgood. A su juicio, debemos estar listos para afrontar un evento que
puede ocurrir una vez en mil años.
Para
ello, Hapgood cree que los científicos necesitan mejorar la disponibilidad de los datos del clima espacial,
digitalizando los datos antiguos que, aunque parezca mentira, solo se encuentran
en formato de papel. También ve necesario desarrollar modelos más sofisticados para predecir escenarios futuros,
datos que resultan imprescindibles para mejorar la protección de nuestros
sistemas en riesgo, desde las redes eléctricas y las líneas aéreas al GPS
o los sistemas financieros cuyas transacciones automáticas llevan fecha
de registro. Según el científico, este trabajo se está haciendo, pero no lo
suficientemente rápido.
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